De azul pintas los muros en que
escondías la intimidad de los días.
Crecían dioses aztecas sobre tus jardines
en los que ya no caminas más.
martes, 19 de enero de 2010
Viaje a Monte-Albán
El sol despierta al que viaja. El soñador despierta antes que el sol; sabe que su día comienza en la noche en que los caminos de lo onírico y real se vuelven uno.
El camino hacia Monte-Albán se postra frente a mí, me indica la dirección en que el cielo es parte de la tierra, de lo humano. Vehículos, alegatos, caos... todo queda atrás, ahora sólo hay silencio, silencio de viaje.
Árbol de la vida, dios del maíz, dios de la lluvia, ave migratoria, piedra corroída, silencio de viento, ausencia de tiempo, valle oaxaqueño que levantas tus senos al eterno cielo.
Monte-Albán de la lluvia y el viento, imperio establecido. Dioses en puntas de Maguey. Copa de obsidiana que matas al que te descubre y contempla. Del monte albino tu nombre.
Monte-Albán que de piedra es tu memoria y de nube tu recuerdo.
martes, 5 de enero de 2010
Viaje a Bonampak (muros pintados)
De selva se erige la infinidad del azul turquesa. Somos descendientes del pueblo de los murales, de la imágenes y de los dioses vueltos color. Azules que deslumbran las nubes entre apartados de la selva. Murales que dictan la fiesta de los siglos, los clamores del emperador renovado en un niño. Captura a los sacrificados, que desciendan por el inframundo, que suban a los cielos a parar el camino del tiempo: seremos comidos por la selva. Pinta que pinta el pintor, dicta lo que el presente me hará ver en mi pasado. Deidad de color: emperador, quetzal y jaguar.
El cielo imaginario, no real, impuesto en los muros arinconados en la selva. Eternos colores que corroe la humedad, alejándose segundo a segundo, evaporando el pasado de una civilización. De Bonampak partimos a otros lugares en bùsqueda de una civilizaciòn de piedra.
Los mismos caminos nos traerán a casa, estaremos sentados en un rincón recordando aquellas pinturas que cuentan lo que aconteciò.
-Lococista
sábado, 2 de enero de 2010
Henri Matisse o del color de una Mujer y alrededores
Se cae un rostro. Nace la visiòn sobre la nada en la que yace el mundo sin color. Apostamos por nada al iniciar la primer pincelada; abanicos de color, figuras que postran una realidad de lo irreal que busca ser cercenada por el artista que postra la inocencia en la arista. Color de mujer, cuerpo de mujer que transforma las visiones, parir el mundo en un instante en que te detienes a pensar sobre los poetas que mueren al tratar de decifrar tu bello encanto. El pintor muere después de pintar. Te sabe los secretos, aunque no todos, pues te aprisiona sobre el óleo en que engendras de nuevo la vida a la visión de la humanidad. Color: sentir las líneas de una mujer; abstracción de los temperamentos en que viven los siglos del mundo.
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