viernes, 26 de septiembre de 2008
El control
-Un niño que jugaba X-Box.
del LIBRO DE LOS ABRAZOS
La televisión, ¿muestra lo que ocurre?
En nuestros países, la televisión muestra lo que ella quiere que ocurra; y nada ocurre si la televisión no lo muestra.
La televisión, esa última luz que te salva de la soledad y de la noche, es la realidad. Porque la vida es un espectáculo: a los que se portan bien, el sistema les promete un cómodo asiento.
EL MUNDO
Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.
-El mundo es eso –reveló-. Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.
miércoles, 24 de septiembre de 2008
Al filo del Agua
Gentes y calles absortas. Regulares las hiladas de muros, a grandes lienzos vacíos. Puertas y ventanas de austera cantería, cerradas con tablones macizos, de nobles, rancias maderas, desnudas de barnices y vidrios, todas como trabajadas por uno y el mismo artífice rudo y exacto. Pátina del tiempo, del sol, de las lluvias, de las manos consuetudinarias, en los portones, en los dinteles y sobre los umbrales. Casas de las que no escapan rumores, risas, gritos, llantos; pero a lo alto, la fragancia de finos leños consumidos en hornos y cocinas, envuelta para regalo del cielo con telas de humo.
En el corazón y en los aledaños el igual hermetismo. Casas de las orillas, junto al río, junto al cerro, al salir de los caminos, en la nobleza de su cantería, que sella dignidad a los muros de adobe.
Y cruces al remate de la fachada más humilde, corona de las esquinas, en las paredes interminables; cruces de piedra, de cal y canto, de madera, de palma; unas, anchas, otras, altas; y pequeñas, y frágiles, y perfectas, y toscas…
“Pueblo de mujeres enlutadas…” Es el México que siempre ha estado bajo el miedo de una moral falsa e impuesta por unos cuantos para controlar a unos muchos. Ésta novela muestra como el cegarse por la fe es tan perjudicial como confiarle la vida a un asesino. Es la fe la que está hecha para liberar al hombre de sus cadenas mundanas y terrenales, lo que lo hace libre en su pequeño mundo, la que le permite ver más allá de éste, del mundo que sólo unos pocos gobiernan. Al filo del agua es una novela tan real y actual que no importa que se haya escrito hace más de 60 años, es el México que sigue estando al filo del agua de su vida política, social y cultural. Lo contradictorio es que sólo nos mantenemos al filo del agua, de ahí no pasamos, es necesario dar el siguiente paso: una revolución metal, la revolución que inicia dentro de uno mismo, donde estructuras y mitos se colapsen para dar cabida a un nuevo individuo y, por ende, a una nueva sociedad hambrienta de cambios. A escasos 2 años para cumplir el centenario y bicentenario de acontecimientos tan trascendentes para el país: aún no pasa nada, no pasa nada en la calle, en las escuelas, en el barrio y en la mente individual. No pasa nada porque así nos mantienen, gracias a la tele no pasa nada: “apaga la tele y enciende un libro” dice el buen Rius.
Es México un pueblo de mujeres enlutadas pues siempre estamos en constante luto; estamos a la orilla de nuestra tumba simbólica llorando nuestro penar como sociedad, quejándonos del vecino y de los más allegados, quejándonos de todo pero nunca nos quejamos de nosotros mismos, no somos capaces de vernos, de conocernos y de sentirnos: no nos damos cuenta que el que está dentro de esa caja somos nosotros mismos, no lloramos a nosotros, pues siempre caminamos errados, sin darnos cuenta que somos nosotros mismos quienes podemos enderezar ese andar por éstos caminos de la patria. Es peligroso andar por el mundo y no conocerse uno mismo, pues así somos presa fácil para cualquier abusado.
Es pues que al escribir estas líneas te recomiendo ésta novela tan poética; básica para el librero, o mejor dicho, para la mente de cada mexicano ávido del conocimiento de la historia y literatura del país.
-Jaime Johnston.
[1] YAÑEZ Agustín (1947) Al filo del agua Ed. Porrúa, México.
domingo, 21 de septiembre de 2008
LIBERTAD BAJO PALABRA
Invento la víspera, la noche, el día siguiente que se levanta de su lecho de piedra y recorre con ojos límpidos un mundo penosamente soñado. Sostengo al árbol, a la nube, a la roca, al mar, presentimiento de dicha, invenciones que desfallecen y vacilan frente a la luz que disgrega.
Y luego la sierra árida, el caserío de adobe, la minuciosa realidad de un charco y un pirú estólido, de unos niños idiotas que me apedrean, de un pueblo rencoroso que me señala. Invento el terror, la esperanza, el mediodía -padre de los delirios solares, de las falacias espejeantes, de las mujeres que castran a sus semejantes de una hora.
Invento la quemadura y el aullido, la masturbación en las letrinas, las visiones en el muladar, la prisión, el piojo y el chancro, la pelea por la sopa, la delación, los animales viscosos, los contacto innobles, los interrogatorios nocturnos, el examen de conciencia, el juez, la víctima, el testigo. Tú eres esos tres. ¿A quién apelar ahora y con qué argucias destruir al que te acusa? Inútiles los memoriales, los ayes y los alegatos. Inútil tocar a puertas condenadas. No hay puertas, hay espejos. Inútil cerrar los ojos o volver entre los hombres: esta lucidez ya no me abandona. Romperé los espejos, haré trizas mi imagen -que cada mañana rehace piadosamente mi cómplice, mi delator. La soledad de la conciencia y la conciencia de la soledad, al día pan y agua, la noche sin agua. Sequía, campo arrasado por un sol sin párpados, ojo atroz, oh conciencia, presente puro donde pasado y porvenir arden sin fulgor ni esperanza. Todo desemboca en ésta eternidad que no desemboca.
Allá, donde los caminos se borran, donde acaba el silencio, invento la desesperación, la mente que me concibe, la mano que me dibuja, el ojo que me descubre. Invento al amigo que me inventa, mi semejante; y a la mujer, mi contrario: torre que corono de banderas, muralla que escalan mis espumas, ciudad devastada que renace lentamente bajo la dominación de mis ojos.
Contra el silencio y el bullicio invento la Palabra, libertad que se inventa y me inventa cada día.
viernes, 5 de septiembre de 2008
Dos de Sabines
-Jaime Sabines.